13 agosto 2012

Por Marcos Lozano

Reflexión: Decídete a vivir como un Campeón
La historia de la raza humana nos ha enseñado que cada vez que alguien descubre o entra en conciencia para qué nació y cuál es el objetivo principal de su vida, ingresa en la dimensión donde percibirá una satisfacción por lo que hace. Es en este punto cuando una persona en verdad comienza a experimentar su potencial, un gozo indescriptible, una motivación al rojo vivo y una paz interna que lo diferencia de muchos. Sin embargo, la historia también nos ha demostrado que mientras pocos son los que descubren ese secreto, hay cientos de miles que siguen ignorando la razón de su nacimiento y de su existir.

Creo que ha sido esta ignorancia el por qué nacimos, la razón principal de que hoy un sinfín de seres transitan pensando en que no hay nada que pueda motivar sus aburridas vidas y que su existir no tiene nada de interesante. Si lo ha notado, este tipo de personas siempre tienen una actitud hacia la vida muy negativa, y particularmente considero que hay que tener un sumo cuidado con ellos, pues son estos precisamente los que han contaminado con sus actitudes y palabras negativas a muchos a ver la vida con esos “lentes” de incredulidad.

Dios en su sabiduría ha querido que a través de la ciencia y los descubrimientos que ella ha obtenido, nos enteremos de cómo es que nosotros existimos y de que llegamos a tener vida a través de una carrera que logramos ganar. Es por ello que para comenzar a detallar la razón y el comienzo de nuestro existir necesariamente tenemos que ir a lo que fue la unión sexual de nuestros padres, pues fue allí donde todo comenzó.

Me imagino que ya usted sabe que el hombre es el encargado de dar la “semilla” a través de los espermatozoides a la mujer para que esta quede embarazada. De allí la mujer se encargará de llevar en su vientre la criatura que se desarrollará dentro de ella por un período de nueve largos meses. Ahora, antes de que la mujer quede embarazada ocurrió dentro de ella algo que es digno de considerarlo detalladamente.

La cantidad de semen liberado por el hombre en la eyaculación durante el acto sexual es de aproximadamente de 3 a 5 mililitros y el número promedio de espermatozoides en una eyaculación es de 100 millones de mililitro. Es decir que potencialmente salen a la conquista del óvulo de la mujer aproximadamente 500 millones de espermatozoides.

Los espermatozoides son células móviles cuya función es la de alcanzar el óvulo (célula sexual femenina) y fecundarlo. Están formados por una cabeza y una cola o flagelo móvil. La cabeza contiene al núcleo donde se encuentra alojado el material genético del hombre. Estos portadores de vida tienen que superar muchos obstáculos en su afán de alcanzar el óvulo.

El primero de los retos lo presenta la vagina de la mujer. Los fluidos vaginales son altamente ácidos en composición, lo cual mata a un gran número de espermatozoides. Los que logran sobrevivir, pasan por el cuello uterino al útero. Piense por un momento que en esta muerte de espermatozoides pudo haber estado usted, sin embargo no fue así. Esto es una prueba más de que no somos obra de la casualidad y una razón más para darle gloria a Dios por permitirnos tener vida. Ahora, sigamos con la carrera, una vez en el útero, los espermatozoides se dirigen por las trompas por las trompas de Falopio.

Muchos espermatozoides mueren al dirigirse por la trompa incorrecta. Sólo en la trompa correspondiente al ovario que ha ovulado se encuentra el óvulo. Una prueba más de que Dios estaba con el espermatozoide que lo representaba a usted y no tomó el rumbo equivocado, sino que tomó la trompa correcta para alcanzar la victoria.

Luego del largo viaje, alrededor de 1,500 a 5,000 espermatozoides encuentran el óvulo. Imagínese, salieron alrededor de 500 millones y aquí en este instante de la carrera se encuentran alrededor de 5000 espermatozoides. Es decir, que se han quedado en el camino, ya sin ninguna posibilidad, más del 99.999% de espermatozoides. Estando allí los espermatozoides que pudieron vencer los obstáculos rodean el óvulo buscando la parte más accesible para poder introducirse, lográndolo sólo uno que es capaz de penetrar la membrana del óvulo, y una vez que logra superar la barrera, la membrana se cierra evitando el paso a otros.

El espermatozoide “ganador” se une con el núcleo del óvulo concretándose la fusión de los genes del espermatozoide (la información genética del hombre) con los genes del óvulo (la información genética de la mujer) logrando así el inicio de la formación de un nuevo ser humano que comparte las características hereditarias tanto del padre como la de la madre.

Ahora que ya comprendemos todo el proceso de la concepción, se da origen a las siguientes preguntas: ¿Quién fue ese espermatozoide ganador? ¿Quién fue el espermatozoide que pudo vencer tantos obstáculos para llegar a su meta en el óvulo? Sin lugar a dudas, USTED, sí usted mismo, el que está leyendo estas líneas ahora.

Continuará en la próxima entrega de #LunesDeReflexión