31 mayo 2012

El ácido acetilsalicílico puede reducir el riesgo de cáncer de piel
Es un clásico de la pequeña farmacia que toda familia tiene casa. La aspirina, el ácido acetilsalicílico, ha curado muchos dolores pero también ha creado muchos desencuentros sobre sus efectos, los buenos y los adversos. 

A su buen nombre contribuye ahora un estudio del Hospital Universitario de Aarhus, en Dinamarca, que asegura que los antiinflamatorios de uso común como la aspirina puede ayudar a proteger y reducir el riesgo de cáncer de piel.

Estudios previos habían observado que el consumo de medicamentos anti-inflamatorios no esteroideos (AINE), entre los que también se incluye la aspirina, además de otros también de uso frecuente como el ibuprofeno y el naproxeno, podía disminuir el riesgo de un individuo de desarrollar algunos tipos de cáncer.

Los investigadores analizaron los registros médicos del norte de Dinamarca desde 1991 hasta 2009. Analizaron la información recopilada de estos pacientes, que incluía datos sobre las recetas utilizadas, y compararon los datos con los de 178.655 individuos sin cáncer de piel. 

Según sus resultados, que publica la revista Cáncer, observaron que las personas que contaban más de dos recetas de AINE tenían un 15% de disminución del riesgo de desarrollar carcinoma de células escamosas y un 13% de disminución de riesgo de desarrollar melanoma maligno.

En cambio, las personas tratadas con estos medicamentos no parecían beneficiarse de una reducción del riesgo de desarrollar carcinoma de células basales, a pesar de que tenían un riesgo entre un 15 y 21% menor de desarrollar tumores en otras partes del cuerpo.


El lado negativo  de la aspirina


Pero no todos son parabienes. El efecto secundario más frecuente y conocido de la aspirina es la disminución de la coagulación sanguínea. Se estima que entre un 5% y un 7% de los pacientes sometidos a tratamiento con ácido acetilsalicílico experimentan algún tipo de efecto adverso.

A dosis normales, los efectos secundarios más frecuentes son irritación gástrica, náuseas y vómitos, además de úlcera gastroduodenal. Son menos frecuentes, pero pueden darse asma y daño hepático (riñón).


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