Mientras recorría la plaza en un vehículo abierto, el papa no llevaba paraguas ni otro objeto que lo cubriera en su trayecto, en el cual se detuvo para acariciar y besar bebés que le fueron acercados.
En cuanto el papa Francisco llegó a la plataforma cubierta en lo alto de la escalinata de la plaza, un ayudante le llevó toallas de papel que usó para secarse el rostro.
Su sotana estaba visiblemente empapada. Francisco elogió a la multitud por su “valor” al desafiar a la lluvia.